Le pedimos permiso a
María, para compartir este escrito suyo, apuntes, precisamente, que ella tomó
después de realizar uno de sus talleres. Los talleres de María tienen la
literatura, la poesía, como motivo, como centro. Entiendo que habitualmente se
realizan con chicos y otras no. Este taller se realizó hace unos días en La
Rioja.
***
La sala
era muy grande. Un cine, para ser exactos. En una butaca se perdía la carita de
Luna que esperaba el comienzo del taller. Se acomodó silenciosa y lejos mío.
Cuando le realicé las preguntas de rigor en cualquier presentación me dijo
sinceramente que escribía y leía literatura desde que había aprendido. “Desde
siempre”, así dijo. Como si el siempre hablara de miles de años en sus apenas
once o doce. Escuchó con la atención del hambriento cada palabra. El
primero de los juegos los obliga a estar un buen rato con los ojos cerrados. Es
un momento importante para mí, porque entiendo que los rostros no mienten, que
con los ojos cerrados perdemos la presión del otro al no verlo. Despacio, si se
quiere jugar en serio, uno llega a sentirse solo con su pensamiento entregado a
las consignas de una voz. Las caras se tensan o se relajan según se permitan
jugar. Luna era un arco iris de gestos que ni ella ni nadie podían ver. Así,
con esa comunión hacia su interior, eligió entre decenas de cuadros el que
quería describir. La obra sobre la cual iba a contar una historia, la que
lograra encontrar. La comunión extendida, siendo herramienta de búsqueda en una
imagen.
Carl
Sagan que es un señor que sabe muuuuucho, ha dicho alguna vez que los libros
son algo realmente sorprendente. Un objeto nacido de un árbol, impreso de
curiosos garabatos y que, sin embargo, cuando se comienzan a leer, uno ingresa
en la mente de otra persona, uniendo seres humanos que no se conocen entre sí. La
literatura, para Sagan, era uno de los más grandes inventos del ser humano. El
libro es la prueba de que los hombres son capaces de que la magia funcione.
Luna hizo
magia. Así. Colocando en las palabras la fuerza de quien logra ingresar en la
mente del lector. Los minutos que duró la lectura de su cuento el silencio
tenso y enamorado dibujaba en la mente de todos los que oíamos la historia
completa. Los diálogos. Las emociones. Luna hizo magia con la humildad de las
magas. De las antiguas druidas que calladitas construían hechizos en sus
cuenquitos. Cuenquito de papel, Luna dibujó y nos dejó mudos, se dice, pero no.
Porque estallamos en aplausos y risas y aplausos y todo eso que hace la
felicidad. Luna sonreía pero no tenía sorpresa. Ella sabía que era maga, desde
siempre.
Como
yapa, para cerrar el taller, Luna y Lulo trabajaron en equipo. Porque de tonta
sin duda tengo alguna cosa, pero en esto, nada.
María Negro