lunes, 16 de julio de 2012

Un pedido para los que quieren


De nuestras discusiones ha ido surgiendo el tema cultural. Ha ido surgiendo de dos maneras. Como celebración y como aspiración.
Celebración porque quienes participamos en este espacio no somos huérfanos de cultura, nos sentimos más que parte de una “banda” que recibe múltiples legados. Los tenemos identificados, los reconocemos, los sabemos en parte marginales porque las políticas culturales (o su ausencia) permite esa marginalidad de nuestros “padres de la patria”. No solamente los ya conocidos. También los otros. Los famosos “grands hommes” que reza el Panteón allá en las callecitas parisinas por las que algunos nos perdimos y nos encontramos también. Algunos de esos “grands hommes” mueren en otros lados en el más perfecto abandono. Filósofos. Escritores. Músicos. Existe quizás sin proclama una patria amplia cuyo territorio, o más bien cuyo cuidado no está en manos de ningún guardia fronterizo ni asimilado. Una patria cultural que muchos llevamos dentro aunque tenemos muy diversas nacionalidades.
Aspiración, también. La cultura nos ha surgido como aspiración porque, precisamente, queremos más. No: queremos diferente. Así nació el pedido, hecho a nuestros colaboradores y a quien quiera participar, de hacernos llegar sus reflexiones sobre temas culturales. Especialmente, sobre lo que serían algunos aspectos importantes de una política cultural según su modo de pensar… y de querer.
Y así, Tata (ver lista de colaboradores) se acordó de este texto publicado alguna vez en el año 2004, cuando en Buenos Aires  se planteó la pregunta de cuáles serían las cualidades que debiera tener un secretario de cultura. Lo publicamos a pedido suyo mientras Carlos Semorile y el Profesor (ver lista de colaboradores, etc.), pluma en mano, nos dicen que el pedido, definitivamente, no cayó en el vacío.


ANIBAL FORD (1934-2009)
Es importante tener calle

“Hace cincuenta años que estamos discutiendo el maldito término de cultura, como diría Raymond Williams. Lo que es claro es que un secretario de Cultura no puede limitarse a la concepción tradicional del término como bellas artes, aunque se vea restringido a ellas por razones institucionales o por obsolescencia institucional o conceptual. La cultura es también memoria, genealogías del trabajo o de la vida cotidiana, formas regionales de entender la vida o la muerte, exploración tanto de las formas en que se cruzaron en el país, mal o bien, los gringos, los criollos y los pueblos prehispánicos. En el fondo –y tómese en cuenta que también hablamos de la cultura de la droga y de la violencia–, hablar, administrar e interpretar la cultura es ver cómo les damos sentido a nuestras diversas prácticas sociales o individuales. Hay una cultura de la política o de la ciudadanía y no sólo una política de la cultura. Y se puede seguir. Lo cierto es que éste es un tema colgado y que no se va a resolver si no cruzamos la cultura de las bellas artes con las culturas de la pobreza o de la exclusión, de la Recoleta con la de los caminos olvidados, la de las nuevas tecnologías con la de las memorias y los tiempos largos de la constitución fragmentaria de nuestro país. Por lo tanto, pienso que un secretario de Cultura tiene que tener calle y haber pateado barro en todas estas instancias.”