jueves, 28 de septiembre de 2017

Al pie de la escalera



Me veo abruptamente obligada a interrumpir la traducción en la que estoy trabajando por caso de fuerza de mayor. Uno de esos hallazgos tan bellos a veces. No puedo resistir a la tentación de compartir esta alegría. Resulta que hay una expresión francesa con la que he convivido toda la vida. Siempre la escuché pero nunca me detuve a pensar –ni menos a investigar– su significado exacto. Esa expresión es “avoir l’esprit de l’escalier” o su variante (más común): “avoir l’esprit d’escalier”. Tener el espíritu de la escalera. Tener espíritu de escalera. Espíritu en uno de los sentidos que cobra en francés: chispa, inteligencia, pero también mente. ¿De qué se trata?

Se trata de discusión. Hubo en otros siglos, y esto fue muy llamativo en Francia, formas de discutir en público que asemejaban cualquier intercambio a una representación teatral. Saber discutir, polemizar, pero sobre todo saber “responder”, tener el “sentido de la réplica” eran cosas importantes. Lo siguen siendo, aunque en grado menor. Uno hablaba entonces, de alguna manera, para la galería. A sabiendas de que había ahí un público dispuesto a seguir –aplaudir– al más ocurrente. Ser ocurrente, en Francia, es también la capacidad de contestar “du tac au tac”. Otra expresión muy bonita, cuyo origen tampoco he investigado, pero cuyo sentido sí conozco. Responder del “tac au tac”, es responder “al toque”, sin demoras, sin respirar siquiera, es tener el talento de la frase asesina. O graciosa. Ingeniosa. (Ahí va, esprit es también y sobre todo en el caso que nos ocupa ingenio).

¿Qué puede querer decir entonces tener el ingenio de la escalera, o tener ingenio de escalera?

Pues que uno es incapaz de responder al toque. Que la mente de uno se ve paralizada momentáneamente o se revela incapaz de encontrar la réplica en el momento crucial. Es un talento para las ocurrencias… diferidas… Es decir: una falta de talento, una falta de ingenio. La expresión apunta al hecho de que siempre es después, cuando uno se va de una reunión, la deja, pasa la puerta, baja la escalera… que ve con claridad lo que debiera haber dicho. Demasiado tarde. Trop tard. Too late.

Ahora bien la expresión se remonta al siglo XVIII y detrás de ella tenemos al queridísimo Diderot. Que al parecer escribió en su bello libro (habrá que verificar, siempre hay que verificar, no sé adónde fue a parar mi edición) Paradoxe sur le comédien: “… el hombre sensible, como yo, ante eso que le objetan, pierde la cabeza y no se encuentra sino al pie de la escalera” («... l'homme sensible comme moi, tout entier à ce qu'on lui objecte, perd la tête et ne se retrouve qu'au bas de l'escalier ». Se trata entonces –también– de esa dificultad para enfrentar, en vivo y en directo, las objeciones.

Me siento una empatía total con este Diderot y también con Rousseau. No creo que les moleste que una humilde traductora se haga un huequito entre tanto nombre. Rousseau escribió otras líneas sobre este tema en sus Confesiones. Y da ternura que un hombre como él, dotado de tantas capacidades se haya visto a sí mismo como incapaz de enfrentar en público algunas situaciones y aquejado por las limitaciones del habla. 

Buscando acá y allá cómo precisar la expresión encontré una cita maravillosa de un libro sobre el zodiaco (verídico) que relaciona esta limitación, esta singular falta de talento, de ingenio, con la profesión de escritor y eso ya es el broche de oro.

Dice así:

“Capricornio es terriblemente secundario. Graba. Registra. Da vuelta una y otra vez sus observaciones. Sus réplicas son asesinas. Se le ocurren al otro día. De ahí que se haga escritor, para ubicarlas”*.

AGC

* « Le Capricorne est terriblement secondaire. Il enregistre. Il fait de la confiture d’observations. Ses répliques sont cinglantes. Elles lui viennent souvent le lendemain. C’est pourquoi il se met écrivain, pour pouvoir les placer ». Cf. Bertrand J.A., « Tristesse de la Balance et autres signes », Paris, Julliard, 2007.