Me veo
abruptamente obligada a interrumpir la traducción en la que estoy trabajando
por caso de fuerza de mayor. Uno de esos hallazgos tan bellos a veces. No puedo
resistir a la tentación de compartir esta alegría. Resulta que hay una expresión
francesa con la que he convivido toda la vida. Siempre la escuché
pero nunca me detuve a pensar –ni menos a investigar– su significado exacto.
Esa expresión es “avoir l’esprit de l’escalier” o su variante (más común): “avoir
l’esprit d’escalier”. Tener el espíritu de la escalera. Tener espíritu de
escalera. Espíritu en uno de los sentidos
que cobra en francés: chispa, inteligencia, pero también mente. ¿De qué se trata?
Se trata de discusión. Hubo en otros siglos, y esto fue muy llamativo
en Francia, formas de discutir en público que asemejaban cualquier intercambio
a una representación teatral. Saber discutir, polemizar, pero sobre todo saber “responder”,
tener el “sentido de la réplica” eran cosas importantes. Lo siguen siendo,
aunque en grado menor. Uno hablaba entonces, de alguna manera, para la galería.
A sabiendas de que había ahí un público dispuesto a seguir –aplaudir– al más
ocurrente. Ser ocurrente, en Francia, es también la capacidad de contestar “du tac au tac”. Otra expresión muy
bonita, cuyo origen tampoco he investigado, pero cuyo sentido sí conozco.
Responder del “tac au tac”, es responder
“al toque”, sin demoras, sin respirar siquiera, es tener el talento de la frase
asesina. O graciosa. Ingeniosa. (Ahí va, esprit
es también y sobre todo en el caso que nos ocupa ingenio).
¿Qué puede
querer decir entonces tener el ingenio de la escalera, o tener ingenio de escalera?
Pues que uno es
incapaz de responder al toque. Que la mente de uno se ve paralizada momentáneamente
o se revela incapaz de encontrar la réplica en el momento crucial. Es un
talento para las ocurrencias… diferidas… Es decir: una falta de talento, una
falta de ingenio. La expresión apunta al hecho de que siempre es después,
cuando uno se va de una reunión, la deja, pasa la puerta, baja la escalera… que
ve con claridad lo que debiera haber dicho. Demasiado tarde. Trop tard. Too late.
Ahora bien la
expresión se remonta al siglo XVIII y detrás de ella tenemos al queridísimo Diderot.
Que al parecer escribió en su bello libro (habrá que verificar, siempre hay que
verificar, no sé adónde fue a parar mi edición) Paradoxe sur le comédien: “… el hombre sensible, como yo, ante eso
que le objetan, pierde la cabeza y no se encuentra sino al pie de la escalera”
(«... l'homme sensible comme moi, tout
entier à ce qu'on lui objecte, perd la tête et ne se retrouve qu'au bas de
l'escalier ». Se trata entonces –también– de esa dificultad para
enfrentar, en vivo y en directo, las objeciones.
Me siento una
empatía total con este Diderot y también con Rousseau. No creo que les moleste
que una humilde traductora se haga un huequito entre tanto nombre. Rousseau
escribió otras líneas sobre este tema en sus Confesiones. Y da ternura que un hombre como él, dotado de tantas
capacidades se haya visto a sí mismo como incapaz de enfrentar en público
algunas situaciones y aquejado por las limitaciones del habla.
Buscando acá y
allá cómo precisar la expresión encontré una cita maravillosa de un libro sobre
el zodiaco (verídico) que relaciona esta limitación, esta singular falta de
talento, de ingenio, con la profesión de escritor y eso ya es el broche de oro.
Dice así:
“Capricornio es terriblemente secundario. Graba. Registra. Da
vuelta una y otra vez sus observaciones. Sus réplicas son asesinas. Se le
ocurren al otro día. De ahí que se haga escritor, para ubicarlas”*.
AGC
* « Le Capricorne est terriblement secondaire. Il enregistre. Il fait de la
confiture d’observations. Ses répliques
sont cinglantes. Elles lui viennent souvent le lendemain. C’est pourquoi il se
met écrivain, pour pouvoir les placer ». Cf. Bertrand J.A., « Tristesse de la Balance et autres
signes », Paris, Julliard, 2007.