Y cuando uno cree
que ya sabía –casi– todo acerca de su vida, resulta que se entera que cuando
viajó a visitar a su hijo exiliado le llevó, además de las cosas urgentes y
necesarias, unas cuantas mandarinas. ¡Mandarinas!!! ¡No pudiste ser más linda y
dulce, Olga Maestre!!!
Carlos Semorile