Se lo dije antes a
la autora, y ahora lo hago público: me sentí “tocado” por esa referencia
gratuita sobre nosotr@s l@s capricornian@s. ¿Qué es esa cosa prejuiciosa de
catalogar a la ligera las respuestas que damos y el modo en que elegimos
darlas? ¡Por favor! Parecen chimenteros del horóscopo, o algo peor aún, algo
que no entra ni en un Mandala de dimensiones tan generosas como la Astrología
misma.
Por otra parte, las
cabras somos l@s leninistas del Zodíaco: si acaso bajamos un escalón, es para
afirmar la parada, tomar impulso, y subir otros dos. En este punto, somos
intransigentes: ¿o creen que es posible alcanzar la cumbre de la montaña
vacilando como l@s librian@s? ¿O siguiendo direcciones “llenas de sentido”,
pero profundamente contradictorias como l@s sagitarian@s? ¡Ay, duele de sólo
pensarlo!
Recuerdo, además,
haber dado una respuesta contundente desde lo alto de una escalera, la que
llevaba de la casa de mis padres a la de mis tíos y primos. No tendría más de
tres años y, mientras escalaba, desde abajo me llegaban voces familiares que me
llamaban por mis distintos nombres y apodos. Gente tosca (¿arian@s?) que se
sorprendió cuando les dije que no era ninguno de “ésos”: mi verdadero alias era
“Pató”.
No pretendo realizar
una refutación dramática, o doliente, basada en una teoría nominalista de
vastos alcances y de profusa cepa filosófica. Apenas dejar asentado que aquello
que llamamos identidad, y aquello otro que llamamos Astrología, deben ser
tratados, extendiendo con delicada mano, el manto de un legado milenario, el
mismo que puede ser contemplado como hogueras nocturnales que titilan en lo
azul.
De aquellos sublimes
polvos estelares, estos encharcados lodos terrenales donde somos capaces de
sacarnos los ojos y, haciendo uso de una “lengua del ultraje”, hallar una
réplica fulminante que enmudezca al ocasional adversario. ¿A quién no le ha
pasado sentir que acuden todas las palabras, menos las correctas? ¡Ah, vanidad
leonina del triunfo del fugaz ingenio por sobre los dones de la reposada
inteligencia!
¿No mantiene “la
chispa” un vínculo sinuoso -cuando no delictivo- con la verdad? ¿Y no está
sujeta la injuria al calenturiento arrebato de las pasiones sin amor y sin
destino? Como tod@s, pongo mis acciones bajo el ala protectora de una deidad
desconocida y ausente, pero para mis palabras pretendo el cobijo del dios de la
elocuencia. Si Mercurio me ampara, este capricorniano cumplirá su cometido, y
cada respuesta habrá de llegar, tarde pero certera, a los peldaños de la querella.
Carlos Semorile.