En la Argentina se da una
cosa muy curiosa: pese a que la mayoría del pueblo se reconoce en una identidad
peronista, parte del aparato de divulgación y legitimación cultural está en
manos de la izquierda. Esta izquierda suele dejar de lado páginas luminosas del
pensamiento nacional, así como formidables documentos de la historia cultural
del país argentino, amén de nombres, biografías, trayectorias y escritos de
aquellos que, no por nada, han sido llamados “los malditos”. No se los ama
porque no se los conoce.
Dentro de esa categoría está
Eusebio Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, el seudónimo que
usó como poeta, músico, letrista, creador, director y productor artístico de
grupos de música nativa (como La Tropilla de Huachi-Pampa), y como libretista y
animador de sus propios programas radiales (como “El Fogón de los Arrieros”).
Además, Eusebio fue militante, periodista, escritor y pensador de la corriente
nacional/popular.
Una buena introducción a su
figura y a su obra, es leer parte de una entrevista en la que Eusebio Dojorti/Buenaventura
Luna expresa una de sus ideas más persistentes: su fe en la palabra.
Transcribimos:
“…yo
estoy con los que creen que el de la palabra es el arte supremo. Ningún arte -y
la escultura menos que las otras- puede prescindir de la palabra que lo exalte
o lo describa; y que no pocas veces lo sugiere proporcionándole su propio
aliento vital. Esto debe suceder sin duda a causa del íntimo sentido social, de
la inevitable tendencia a lo social de todas las artes. Y después de todo,
¿acaso la palabra no es dibujo, forma y color, y también música en el aire?
-Efectivamente.
Todas las artes y hasta la
Naturaleza misma se enriquecen con la palabra como arte. Y en
un sentido más amplio, la palabra señala la superioridad del hombre sobre todas
las especies.
-Si no fuera por la palabra -prosigue Luna-, el hombre no hubiera
experimentado jamás la necesidad de pensar. Ella no sólo lo ha liberado sino
que lo ha elevado por sobre el instinto, aproximándolo a la noción milagrosa o,
más todavía, a la sublime idea salvadora de la existencia de Dios.
-Creo
haberle oído decir hace un instante algo así como que ‘la palabra es
siempre’...?
-Sí.
Al principio, en el medio y al final. Después de contemplar la Naturaleza o de estimar
cualquier obra de arte (y esto equivale a asignar a la palabra el papel de gran
animadora de la vida), se hace más que necesario, inevitable decir algo. Se me
ocurre que sólo la palabra es capaz de dar a la inteligencia y a los sentidos
la exacta dimensión satisfactoria de todos los valores del espíritu. No sólo es
el menos rígido, sino el más flexible, el más libre y noble de los elementos de
que puede disponer un artista. Al describir un prado soleado y sonriente o un
bosque umbroso y nocturno como al discurrir sobre la gregaria actividad del
hombre, Cervantes es músico sin Wagner, pintor sin Leonardo, escultor sin
Miguel Ángel y, finalmente, eximio representador de lo fabuloso en y ante el
retablo de maese Pedro, lo mismo que insigne animador de danzas maravillosas
sólo por él imaginadas…”.
Podríamos contar muchas
cosas de Eusebio, así como de sus aportes políticos/culturales a la matriz
cultural mestiza. Pero creemos que, tratándose de Nuestro Querer, alcanza con este “credo dojortiano” en la palabra:
“Yo
tengo de la palabra
sentido
claro y diverso.
A
veces se me hace canto
porque
la entiendo a la vida
como
una canción perdida
en
medio del Universo.”
Carlos Semorile